5 Declaraciones sobre la obra soberana de Dios
- John Piper
- Dec 7, 2017
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Juan 6:37-40
En los versículos 37-40, hay cinco poderosas afirmaciones de la soberanía de Dios en su obra. Es muy importante que usted las vea y no tome mi palabra como infalible. Son demasiado preciosas para basarlas en la opinión de cualquier hombre. Son nuestra vida y esperanza y seguridad en esta vida y en la venidera. Les señalaré las cinco.
1. Dios entrega sus escogidos a Jesús.
Versículo 37: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí." Versículo 39: "Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada.” Lo veremos nuevamente en el versículo 44 y en el versículo 65. Dios no espera a que sus escogidos vengan a Jesús. Si lo hiciera, nunca vendrían. Él los da a Jesús. Él los escoge para sí. Y los da a su Hijo.
2. Vienen a Jesús porque Dios los da a Jesús.
Versículo 37: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí." O, como hemos visto en el versículo 35, creen en Jesús. No es al revés. Jesús no dice que Dios los entregue al Hijo porque ellos vinieron y creyeron a Jesús. No. Los que el Padre ha entregado al Hijo, son los que vienen al Hijo. Él se asegura de que vengan. Él hace que vengan. Él garantiza que vengan. Cuando usted vino a Cristo, Dios le trajo. Cuando usted creyó, fue porque Dios estaba abriendo sus ojos. Cuando Jesús fue comprensible para usted, no fue porque usted lograra que Jesús pareciera totalmente satisfactorio en su corazón. Dios lo hizo. Y cuando lo hizo, usted vino, libremente, habiendo vencido toda resistencia.
3. Los que son entregados a Jesús y vienen a Jesús, son omnipotentemente y eternamente guardados por Jesús. Ninguno se pierde.
Versículo 37: "Todo lo que el Padre me da vendrá a mí; y al que a mí viene, jamás lo echaré fuera" (RVA). La dádiva y la venida son la obra soberana del Padre, y la permanencia es la obra soberana del Hijo. Usted será guardado. Versículo 39: "Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada.” Jesús no perderá ni uno de los que vienen a él. Ni uno. Si el Padre nos entrega, y por tanto venimos al Hijo, el Hijo nunca nos perderá, ni nos rechazará. La vida que tenemos en el Hijo, como dice el versículo 40, es "vida eterna," no es vida temporal. No puede perderse. Estamos tan seguros como que el Padre y el Hijo son Dios.
El Padre no sólo entrega sus escogidos al Hijo, para que vengamos infaliblemente al Hijo y permanezcamos seguros en el Hijo, también. . .
4. Jesús nos resucitará en el día final
Versículo 39: "Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final.” Versículo 40: "que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final."
Jesús sabe que la muerte parece una derrota para todos, una pérdida. Parece como si nuestros cuerpos estuvieran perdidos. Pudiéramos pensar que Jesús nada pierde de todo lo que se le ha dado (como dice le versículo 39), pero parece como si él, al final, perdiera nuestros cuerpos. Y por ello, Jesús dice dos veces, para que quede claro como el cristal. "Lo resucitaré en el día final.” Ni siquiera sus cuerpos se perderán.
5. Finalmente, el fundamento inconmovible de toda esta obra soberana de Dios (su dádiva, nuestra venida, su guarda, nuestra resurrección), el inconmovible fundamento de todo esto (¡mencionado tres veces para que no lo ignoremos!) es la voluntad de Dios.
Nada es más seguro en este mundo que la soberana voluntad de Dios. El versículo 38 da el fundamento del por qué Jesús no echará fuera a ninguno que el Padre le haya dado: "Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” Es la voluntad soberana de Dios que ninguno de los suyos se pierda. El versículo 39 lo dice de nuevo: "Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final.” Jesús no fallará en guardarnos y resucitarnos, porque es la voluntad soberana de Dios.
El versículo 40 lo dice de nuevo: "Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final.” La voluntad soberana de Dios es que aquellos que entrega a Jesús, para que vengan a Él, no tengan una simple bendición temporal, sino vida eterna. Y que resuciten de entre los muertos, para que ni siquiera sus cuerpos se pierdan. Ésta es la voluntad soberana de Dios.
Nunca, Nunca, Nunca
Ahora hemos visto las dos secciones de este texto. Los versículos 30-36, desde la perspectiva de la responsabilidad humana, describen la oferta de Dios al mundo, y cómo es rechazado el pan del cielo. Los versículos 37-40, desde la perspectiva de Dios y su soberanía, describen cómo Dios entrega sus escogidos a Jesús, para que vengan, y cómo Jesús los guarda, y los resucita de entre los muertos, según la voluntad soberana de Dios. La primera sección describe un aparente fracaso, pero la segunda describe un propósito salvador invencible.
Y el fundamento de ese propósito invencible, es la voluntad soberana de Dios. Nunca, nunca, nunca falla.
Yo soy Dios, y no hay ninguno como yo, que declaro el fin desde el principio y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: “Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré"
(Isaías 46:9-10).
Y esta revelación es hecha, sea en Isaías o en el Evangelio de Juan, para que seamos humildes y estemos temerosos y amorosos en la seguridad absoluta de Jesús.
Los Escogidos Vienen a Jesús
Y si usted pregunta: ¿cómo puedo saber si estoy entre los escogidos? ¿Cómo puedo saber si he sido entregado a Jesús, y que Él me guardará y resucitará? La respuesta es muy simple: "Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed," Juan 6:35.
Si viene al Hijo de Dios de esta manera, entonces ha sido entregado a Él. Y si el Padre le ha entregado al Hijo, y si es guardado, entonces resucitará en el día final. Venga. Venga ahora. Y venga cada hora de cada día. Amén.
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